Anoche anduve por el blog de un jurado del concurso en el que tan dignamente participo y le dije lo que ahora no recuerdo pero ahí atrás enlazo. No debió gustarle porque él a mí tampoco -escribiendo, por descontado-, no compartimos sentido del humor. Pero bien, hace tiempo de mi civilización.
Esta entrada es inmediatamente posterior a otro comentario que le he puesto hace un ratillo. Y comienza, realmente, a continuación.
Nevaba cuando he salido esta mañana y leer 20 minutos ha pasado a segundo plano. Como ha cuajado muy poco no he podido sacar las espectaculares fotos del año pasado desde uno de los puntos altos de la ciudad. Apenas un techo de automóvil. "Otra vez será", me he contado.
Ya en Atocha, donde termina la calle y comienza la glorieta, suelen ponerse los repartidores de prensa gratuita. Era un poco tarde, 8,30, y tan sólo quedaba una furgoneta con las puertas traseras abiertas y su conductor descargando el género sobre el carrito de la repartidora. Me he acercado a él y le he pedido -"¿Puedes darme uno?"- un ejemplar de 20 minutos. Me ha dicho que no, que era la repartidora quien debía dármelo porque él tendría que desempaquetar -llevan paquetes con flejes-. Había un montón desparramado, sin atar, en el lateral derecho de la furgona, sólo habría tenido que alargar la mano para tener uno en una milésima de fracción de microsegundo. Le he dicho a la repartidora que me diera uno y cuando se ha acercado a cogerlo el andoba ese le ha cuchicheado algo y tampoco ella me lo ha dado. Me ha puesto cara de "Qué le voy a hacer yo".
Me he tenido que pirar sin mi ejemplar ya que se me chapaba el semáforo y tenía, a ver, prisa. Ese chico padece de indolencia parsimoniosa aguda.
No cuento esto para que me lo sancionen al niñato los cataplines, no. Dios me librase. Sino para que este blog engorde una entrada con algo tan usual como que siempre hay algún hijo de puta amargao por lo que sea dispuesto a joderte la mañana, la vida y lo que haga falta. Siempre que tú resultes el jodido y no le plantes la palma en el careto.
_Es tan gruesa la blasfemia que se me ocurre al hilo de tanta concurrencia en un solo punto que me la quedo para mi funeral_
Me pasó lo mismo en Salamanca, me hizo gracia la manera de caminar de sus muñecos. Y te informaban de cuánto tiempo tenías para cruzar.
25.1.07
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