El fútbol produce todo tipo de personajes. Basta con
hacer un poco de memoria para constatar que la fauna de entrenadores y
jugadores es variadísima. Entre ellos los hay analíticos, vehementes,
francos, chulapones, honestos, cavilosos, metódicos, pusilánimes,
fatuos, geniales, tímidos, charlatanes, sansirolés, iluminados,
cierrabares, taimados, estajanovistas... Podríamos seguir con los
adjetivos al estilo de José Mota, pero no es necesario. Todos sabemos
que el fútbol es como la vida: hay de todo. Por ello resulta curiosa y
emocionante la aparición de un especímen nuevo, de alguien nunca visto
hasta la fecha; de alguien como Cristiano Ronaldo dos Santos Aveiro.
Hablamos de uno de los grandes futbolistas de todos los tiempos, de un
portento goleador al que ya nadie puede discutir su inclusión entre los
diez mejores jugadores de la historia. Y hablamos también –y esto es lo
llamativo– de uno de los mayores tontos que ha dado este deporte.
Reconozco que estos personajes extraños y únicos me
inspiran una gran curiosidad. Cada uno es como es. Yo veo a un tipo
levantándose el pantalón y señalando su cuádriceps cuando marca un gol, o
le veo que no celebra un gol de su equipo porque no lo ha marcado él, o
le veo haciendo pucheros tras una ocasión fallida o provocando a las
aficiones rivales con gestos estúpidos o pasando olímpicamente de un
rival al que ha pegado un tremendo balonazo en la cara –es más, se diría
que el miércoles, tras dejar noqueado a Susaeta, lo que de verdad le
molestaba a Cristiano Ronaldo es que el eibarrés tuviera cabeza y que
ésta se hubiese interpuesto en el camino sagrado de la pelota– y más que
indignación o asco lo que siento es una tremenda curiosidad. Una
pregunta me asalta y reconcome: ¿cómo se puede ser tan tonto? Porque la
tontería del delantero del Real Madrid está tan trabajada como sus
abdominales.
No he encontrado todavía la respuesta. Es evidente que
Cristiano Ronaldo tiene razones para el envanecimiento y para sufrir una
hipertrofia del ego similar a la de su entrenador y compatriota José
Mourinho. Es joven, guapo, multimillonario, famoso, triunfador... De
hecho, él mismo ha dicho más de una vez que el mundo le tiene envidia
cochina por ello. También es cierto que es un chaval con una educación
muy escasa y de una extracción muy humilde. Hace tres años tuve la
oportunidad de visitar Funchal y recorrer los paisajes de su infancia.
Estuve en la Travessa da Quinta do Falcao, cerca de la iglesia de San
Antonio. Era un camino sucio y estrecho donde varios carteles anunciaban
una campaña de desratización. La casa de la familia Aveiro había sido
derruida, pero me dijeron que había sido como las demás, blanca y pobre,
con tejado de uralita y flores en las ventanas. Su padre era alcohólico
y murió a los 54 años, su madre limpiaba casas ajenas y tenía un
hermano drogadicto. Que un niño con estos condicionantes pierda la
cabeza con el éxito, la fama y el dinero entra dentro de lo posible. Se
han dado mucho casos. Vamos, que es normal que esta gente sea un poco
tonta o pagada de sí misma. Pongámonos cualquiera de nosotros en su piel
con veintipocos años.
Lo que resulta verdaderamente llamativo es que, a lo
largo de su carrera, desde que comenzó a marcar sus primeros goles en el
modesto Andorinha, allá en las alturas humildes de Funchal, Cristiano
Ronaldo no haya desarrollado un solo atributo moral como futbolista. Uno
ha conocido jugadores muy chulos, pero mataban por sus compañeros y se
alegraban de sus goles como si fueran suyos, o tenían gestos de nobleza
con sus rivales en mitad de la refriega o al final de los partidos, o
fuera del campo cambiaban de registro y, de repente, se convertían en
personas educadas y entrañables. Algunos de los códigos más honorables
del fútbol, de hecho, han surgido en escenarios de pobreza como los de
la infancia de Cristiano Ronaldo o incluso mucho peores. Por lo visto,
el delantero madridista no debió enterarse. No estaba en clase cuando
daban aquellas lecciones. El problema es que lo suyo ya no tiene
solución. Si como futbolista no tiene precio, como tonto, tampoco.
2 comentarios:
La verdad es que es un gran jugador pero tontito tontito,una prolongación tonta de su mister.
Sólo tienen dinero esos dos pobres hombres.
Abrazos y recuerdos.
Publicar un comentario