Esta noche
todos somos iguales en la plaza,
desparramados cuerpos a la espera
de ese negro rey mago
que escupirá sus bolas de heroína.
Toda la turba acude a la calleja sórdida
y el monarca administra taciturno
la media ración de muerte en vida.
De nada sirve hoy el láudano de la música:
te han mirado unos ojos sin amor.
Llegan figuras ávidas
de hombres destruidos y mujeres ajadas.
Te observan extrañados los parias de este mundo
porque en tu rostro aun faltan los estigmas
del alma condenada a su veneno.
Pero esta noche eres
igual a todos ellos, sólo un grano
de este seco racimo que se agolpa en la acera.
Bultos oscuros en los soportales,
con brillos de papel de plata fría
por donde corre trémula la gota
que unos labios persiguen anhelantes,
y al aspirar el humo
se anega el cuerpo en su placenta antigua.
Te alejas afanoso,
tu porción de letargo en el bolsillo,
y sales a la arteria donde bulle,
en la noche del sábado, la multitud festiva.
Te miran unos ojos
al pasar y no saben
que en tu puño apretado va una tregua
de sombra con la vida.
Hasta siempre, mi por completo desconocido. Hasta hoy, tras tu muerte.
Hasta siempre, mi por completo desconocido. Hasta hoy, tras tu muerte.
2 comentarios:
Muy bueno. Crecí en un barrio así. Entre brillos de plata y amigos en tregua. Y alguien muy, muy especial que no volvió de un viaje. Le echo de menos.
Irina
Hola, Irina. Si no volvió quizás es porque nunca se fue.
Salud.
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